Cuando el 28 de junio de 1969 un grupo de queers –¿»raritas«?– se plantaron con sus bolsos, tacones y plumas ante de la policía en Stonewall Inn, había que tomar partido, tener la voluntad de formar un frente común. Lo mismo que en la marcha del Día Internacional de la Liberación Homosexual en Madrid, el 25 de junio de 1978, o también aquella otra precursora de 1977 en que, por las Ramblas de Barcelona, se oía cantar la doble proclama: «detrás de los balcones/ también hay maricones», «detrás de las ventanas/ también hay lesbianas». Lanzaron un certero «dardo en la palabra» –así hablaba Fernando Lázaro Carreter sobre el funcionamiento del Lenguaje– a las mironas y mirones, que sin poder apartar sus ojos de aquellas reivindicaciones pioneras, observaban detrás del visillo «el escándalo», como lo denominó Luis Cernuda en una de las inigualables prosas lírica de Ocnos. Cernuda, con la lucidez de su escritura, da, como siempre, en el clavo: ante «el escándalo» ya no se puede no mirar, ya no se puede no participar.
Estos acontecimientos que acabo de evocar –tres factuales y uno ficcionado– constituyen una especie de mitología fundacional para muchas de nosotras. Con Roland Barthes sabemos que estas mythologies son necesarias para situarnos en el mundo y con el mundo. Deconstruir las que nos tiranizan es tan importante como producir otras nuevas con tal de dar sentido a todo lo que hacemos, a todo lo que podemos llegar a ser.
Algo así, como un mito fundacional, me atrevo a decir que es lo que ha sucedido estos últimos días (10-12 de abril de 2019) en Madrid, en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica, con motivo del I Congreso MariCorners «Comunicación y Espacios LGTBIQ+/ Lenguaje y Aspectos LGTBIQ+«. Había que estar allí, y puedo decir con orgullo –ya que de «lenguaje» se habla, la palabra «orgullo» es muy importante para las personas LGBTIQ+, como recordaba en la clausura el director de la ETSA, Manuel Blanco Lage–, que yo he estado allí, en ese frente, formando un frente común, fundando algo.
Por favor, @MariCorners, el director de vuestra escuela es 🔝 Lo queremos de decano en nuestra facultad!!! Este congreso ha sido algo histórico pic.twitter.com/xQLnWYYz8h
— Manuel Broullón (@mbroullon) 12 de abril de 2019
No es frecuente que yo, cuando regreso de una reunión científica o académica, lo haga con esta sensación que me obliga a «no quedarme detrás de las ventanas o de los balcones», a escribir sobre ello. Me da la sensación de que en el mundo en que vivo y desde mi posición como trabajador, esto es lo único valioso que puedo hacer: escribir. Y dicha necesidad se encuentra en deuda con la valentía del comité organizador de MariCorners, formado por Aarón Pérez Bernabéu, Moisés Fernández Cano, Miguel Sánchez Ibáñez y Sergio Fernández de Pablo, a quienes faltan las palabras de agradecimiento en todos los idiomas y códigos existentes para valorar el esfuerzo ingente que han hecho. «Gratitud», que tiene que ver con lo que se hace «gratis» –ya sabemos cómo funciona el trabajo científico y activista…–, y con la «gratia», don o cualidad de origen trascendental que se tiene de manera natural, porque ni se adquiere, ni se vende.
We did it, gurls! 🦄💪🏼❤️ pic.twitter.com/sa9r7fdJMV
— Papineau ن 🏳️🌈 (@parasynthetic) 13 de abril de 2019
«Gratitud», «gratis», «gratia», por muchas razones sobre las que, desde mi punto de vista académico, quiero reflexionar para compartir hacia dentro y hacia fuera de quienes hemos estado «en el frente». Bien se podría titular este escrito: «10 razones por las que no te puedes perder MariCorners 2020» –guiño-guiño, codazo-codazo, querido comité…–. Allá voy.
1. ¿Hace falta, de verdad, un congreso académico anual sobre Comunicación y Espacios LGTBIQ+?
Aunque estamos ante el eterno dilema entre lo monográfico y lo transversal, estoy convencido de que sí. Y de que es urgente. Normalmente incluimos el enfoque transversal Queer en nuestros trabajos y clases universitarias. Eso es algo maravilloso, pero también es necesario poner en común, desde cada una de nuestras áreas y líneas de investigación, lo que hacemos y lo que experimentamos. Y eso sólo se puede hacer a partir del eje monográfico LGTBIQ+.
2. ¿Pero no sería mejor que cada cual actúe en su propio campo, ante quienes son refractarios, no ante quienes ya estamos convencidas? ¿Esto no es hablar para la parroquia?
Uno de los lemas que ha salido en estos días es el de la «sororidad Queer», que traía a colación Juan Pedro Navarro Martínez en los agradecimientos de su intervención. Este lema me parece crucial. «Sororidad», sí, siguiendo el ejemplo de nuestras compañeras feministas que nos llevan la delantera, pero también buscando otro modelo cultural basado en la horizontalidad y en el cuidado recíproco, como aternativas al capitalismo neoliberal y a la «Sociedad del cansancio» (Byung-Chul Han), esto es, a la autoexplotación del publish-or-perish o del sistema de doble vuelta ANECA/concursos a plaza, que fomenta la competitividad insana entre compañeras. Y sí, como marica que soy, escribo en femenino.
Escuchando a @mbroullon hablando sobre #Lorca en @MariCorners, ¡y qué bien lo hace! pic.twitter.com/avcBOq7Dy3
— Ramón Martínez (@ramonmartz) 12 de abril de 2019
3. Vale, te acepto barco como animal acuático, pero entonces ¿qué podemos aprender cuando cada cual «habla de su libro»?
La Academia nos agrupa en áreas y especialidades –con mayor o menor éxito, todo sea dicho, porque las heterodoxias se resisten a los compartimentos estancos–, y puedo afirmar que este ha sido uno de los congresos en que más y mejor he podido aprender cosas nuevas. Cosa rara en la vida Académica. Es cierto –la cabra tira al monte–, que una busca lo que más le interesa cuando hay mesas y talleres paralelos, y allí me habéis tenido puntualmente en todo lo que tenía que ver con Literatura y Humanidades. ¡Qué regalo escuchar a Olga de Dios con su Literatura Infantil, o a Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo, de la editorial Dos Bigotes! Pero no es menos cierto que he dado con hallazgos inesperados, por lo bien que estaban conformadas las mesas temáticas, y que vuelvo a casa con la mochila cargada de bibliografía y de sugerencias formuladas por ponentes e intervinientes en los turnos de debate, quienes me habéis inspirado tanto como corregido con rigor sobre temas que desconocía por completo, o conceptos que no sabía que utilizaba a la ligera. Ha sido muy importante escuchar a compañeras de Traducción, de Arquitectura, de Genética, de Medicina, del Deporte, del Activismo… Gracias por recordarme con vuestra sororidad que no sé nada, y que escuchar y estudiar es mi vocación como profe universitaria.
4. ¿Tiene cabida el Activismo en un congreso Académico?
Esta pregunta la formuló Álvaro Escudero en uno de los debates. El ponente preguntado, a la sazón, Mauro Cibeira Rey, respondió con suma elegancia que no se atrevía a formular una solución, porque no se considera activista, sino investigador. Desde las redes, Inés Heras argumenta al respecto que «Mauro, situándose desde la universidad, ha decidido no dar respuesta sobre lo que tiene que hacer el activismo –no apropiándose–, pero sí ha reflexionado sobre la necesidad de una alianza entre Academia y Activismo». Estoy de acuerdo, si es que lo he entendido bien, que puede que no, al igual que concluye Inés en su texto. Pero es que estoy convencido de que la elección de temas de investigación y de métodos es una cuestión ética, estética y política; lo que no está reñido, bajo mi punto de vista, con el rigor. De la docencia no creo que haga falta hablar, al menos desde mi experiencia como profe de Literatura, cuando he elaborado el dichoso canon en las antologías de lecturas –que por cierto, «anthologia» procede del griego ánthos o «flor» y légein, que significa «escoger», «recoger»… me encanta esta etimología de la selección de las más hermosas flores…–. Quizás el ejercicio de reflexividad sobre los soportes axiológicos del habitus académico y activista sea un buen tema pendiente para futuras ediciones, respetando uno y otro ámbito, pero buscando también las correspondencias.
5. ¿Esto no es un cajón de sastre? ¿Qué habéis hecho con el rigor académico? ¿Por qué no os ocupáis de cosas serias?
Todo lo contrario. Si algo se ha puesto de manifiesto en MariCorners es que no hay fronteras claras entre Teoría, Análisis, Creatividad y Activismo. Al respecto, quiero evocar la intervención de Fernando López Rodríguez en su plenaria, en donde nos sorprendió con su «Farruca» historicista y trans en virtud de un pormenorizado estudio a partir de imágenes y documentos. Nos dejó con la boca abierta, además de cerrar el círculo magistralmente con rigor y con arte –léase «duende»–.
Genio y Duende en @MariCorners!! Fernando López nos baila una versión historicista (y «trans») de la Farruca 👏👏 pic.twitter.com/HoMpnDb5rw
— Manuel Broullón (@mbroullon) 11 de abril de 2019
6. En esta torre de Babel… ¿os habéis puesto de acuerdo en algo?
Por supuesto que no. Y eso es lo maravilloso. Alberto Mira hizo en la conferencia de clausura una referencia, a mi juicio obligada, a un libro que admiro tanto como discuto, como es El arte Queer del fracaso, de Jack Halberstam. En él, además de abogar por la heterodoxia, se habla de la importancia de «fracasar» en términos de éxito social o capitalista, para empezar a poder construir alternativas altermundialistas. Y es que, si no pensáramos que otra sociedad es posible, que se deben abrir las cajas de los truenos de la crítica literaria –en mi caso–, o del lenguaje inclusivo –de los dogmatismo esencialistas, ¡líbranos señor!–, entre otros muchos temas, no habríamos venido a MariCorners. Y así funciona la Epistemología Queer, por decirlo con las palabras de mi admirado Antonio Machado en su Juan de Mairena, con las que por cierto inicié este mes de febrero mi asignatura de «Metodologías de Investigación en Comunicación» en la Universidad de Sevilla: «repensar lo pensado, desaber lo sabido, dudar de la propia duda, que es el único modo de empezar a creer en algo».
7. ¿No te da vergüenza caer en el tópico, paseándote por Madrid con esa bolsa con un unicornio rosa, que sois todas iguales, unas locazas con uniforme?
Si algo hemos aprendido de la vida las personas LGBTIQ+, eso es que la afirmación identitaria de las diferencias es muy importante. Aunque no me gustan los tópicos, pero no puedo olvidarme de dónde venimos, ni de quienes nos han precedido. Me parece muy positivo que el comité organizador haya contado tanto con investigadores senior que han abierto camino desde diferentes áreas y sensibilidades, como Luis García Montero –Catedrático y director del Instituto Cervantes–, Eduardo López Collazo –Director del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario de La Paz de Madrid– o Alberto Mira Nouselles –profesor de la Universidad Oxford Brooks y escritor–; como con estudiantes de grado, de TFG/TFM, o doctorandas, cuyos proyectos de investigación están todavía en sus prolegómenos. Será hermoso ver cómo, dentro de diez años, esas mismas líneas han crecido, proporcionando resultados valiosos para la Academia y para la sociedad. Me ha encantado también conocer y compartir conversación con estudiantes o con trabajadoras que han decidido venir sin comunicación, por el placer de escuchar y de aprender –gratis/gratia–, todo lo contrario del sistema de «comer y correr» o «cazar certificados» al que nos impele el sistema académico, que no permite dedicar tiempo, largo y tendido, simplemente para estar. He de reconocer al respecto que si no hubiera sido por uno de mis estudiantes, Adrián Rodríguez Iglesias, no me habría animado a presentar una comunicación a este congreso. Por eso, una palabra de agradecimiento para la relación horizontal entre estudiantes y profes que me ha traído hasta aquí. Pero es que, además, ahí está todavía la autocensura cuando eres doctora, tienes un contrato en un departamento y dices que te vas a un congreso que se llama «MariCorners»: rellenas la licencia de estudios de tu universidad y, aunque nadie te las pide, pero das explicaciones para que no parezca que te vas a perder el tiempo. O cuando te comentan congresistas en los descansos que todavía tienen problemas para proponer estos temas de investigación en sus trabajos de fin de grado –TFG– a sus tutoras y tutores. Naturalizar como si nada pasara es una falacia, porque la Academia todavía no está preparada para «salir del armario». Por eso es importante ponerse no sólo el unicornio rosa del logo del congreso y pasearse con él –he de decir que el unicornio rosa es DI-VI-NO–, sino también compartir en redes digitales e interpersonales lo que hemos estado haciendo –heme aquí tecleando un soleado domingo–, y sobre todo, quienes damos clase y dirigimos trabajos, animar tanto a estudiantes como a nuestros investigadores senior a apoyar todas estas líneas sin complejos. Yo tengo la suerte de que el IP de mi grupo de investigación, mi amigo Manuel Ángel Vázquez Medel, siempre me ha animado a trabajar sobre temas y perspectivas de género. Incluso reconozco que él va diez zancadas por delante con respecto a mí, por eso siempre me sale al paso con sugerencias e ideas que ya quisiera yo que fueran mías… Pero sé que no todo el mundo tiene la suerte de formar parte de un grupo afín, ni de compartir unas afinidades investigadoras tan sólidas, pues sobran los ejemplos de proyectos frustrados o de críticas corrosivas sobre nuestros temas y metodologías en tribunales examinadores, revistas y evaluaciones de agencias. En consecuencia, crear este tipo de espacios, nuestros propios espacios, con nuestras reglas, y difundirlos, es muy importante.
Vamos con la tarde en @MariCorners. #ComunicaciónInclusiva pic.twitter.com/ybKCxCMd8k
— Marta Villegas (@MartaVillegasG) 11 de abril de 2019
8. ¿Esto no es una moda que pasará, como todas? Primero: nada de nuevo hay en los estudios Queer, a la larga cronología bibliográfica que hemos manejado me remito. Segundo: espero con ansias la publicación que se va a derivar de este encuentro para seguir pensando y trabajando. Tercero: la epistemología Queer rechaza de plano las modas, busca en cambio lo cuestionador e incómodo. Uno de los temas principales de debate ha sido precisamente la llamada a la precaución con una ya hoy patente «homonormatividad» que, domesticada por un capitalismo neoliberal, establece patrones de consumo y disciplina cuerpos y conductas, generando nuevas minorías marginadas y movimientos de marginación o fobias, como se ha hablado, de hecho, acerca de la transfobia, la pasivofobia o la plumofobia. La epistemología Queer, por el contrario, asume un pensamiento marginal, obligado a cuestionarse y a reinventarse, como las grandes divas, pero no para convertirte en una diva, claro está, sino en un sujeto incómodo, o como suelo decir en mis investigaciones, «un sujeto dialógico». Me quedo a este respecto pensando sobre una de las ideas más provocadoras que he escuchado, de la voz de Victoria Mateos en su análisis feminista acerca del flâneur: la importancia de volverse invisible, pero no para desaparecer o ser irrelevante, sino para dejar de decir «yo» tantas veces al día, para aprender a ver más y mejor, para aspirar a pasear con libertad, sin miedo al insulto ni a la amenaza violenta. De esto, algo sabe nuestro colectivo últimamente, por desgracia…
9. ¿Y para cuándo un Congreso sobre Espacios y Comunicación Hetero?
Si de verdad piensas esto, háztelo ver, por ejemplo con este magnífico test que me ha llegado compartido por la FELGTB sobre «El Síndrome del PERO». De verdad, no os podéis imaginar el impacto que ha tenido sobre mi conciencia el estar en un congreso científico y saber que nadie te está juzgando por tu forma de vestir, por mover demasiado las manos o hasta por tirar la copa al gesticular –sí, así de patosa soy yo, ¡un saludo para Manuela Trasobares y una disculpa a Adrián Rodríguez por privarle de media cerveza!–, o por practicar enfoques «raritos» Queer. Es verdad que el mundo está cambiando y que muchos de nuestros mayores lo están haciendo a un ritmo asombroso, pero no son menos ciertas dos cosas. 1) Aunque suene pretencioso, pero considero que no hay nada que agradecer a causa del cambio de mentalidad de marras, sólo faltaba… los derechos –y especialmente el derecho a amar– son presupuestos, no regalos que se le deban a ninguna instancia. Y 2) justo en medio del congreso comenzó la campaña electoral del 28A, y eso me preocupa. Me preocupa ver ciertos discursos que dicen que «la sexualidad es algo privado», o que «aceptamos la uniones civiles pero el matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer». Por ese tipo de cosas este congreso ha sido muy necesario justo al principio de la campaña electoral: es urgente hablar de la sexualidad, porque no es posible aceptar ciudadanías de primera –heteronomativas– y, luego, un consentimiento condescendiente a ejercer la «rareza» lo Queer mientras no moleste, esto es, ciudadanías de segunda, subalternas o subordinadas.
10. ¿No ha habido una mayoría de chicos gays, estadísticamente, sobre personas con cualquier otra identidad?
Pues es verdad que así es. En consecuencia: ¡a inscribirse todo el mundo en MariCorners 2020 para que no vuelva a suceder!
Esto es todo. Pido disculpas a las muchas personas que no he nombrado. De alguna manera, sin embargo, todas estáis presentes en este, al final, larguísimo texto. No me dieron las musas el don de la palabra; sí el vicio de darle a la lengua como si no hubiera mañana.
Siendo mucho el vicio y poca la virtud, concluyo: es verdad que estamos en un momento de ánimos altos, en que todo discurso que se pueda formular está modulado por el entusiasmo desenfrenado. Ahora mismo lo que nos sale es, como decía Lina Morgan, el complaciente mensaje del «agradecida y emocionada»… Es bonito que así sea, porque yo, personalmente, creo que hemos hecho algo histórico, y que dentro de muchos años se hablará de la Generación MariCorners. Cuando ese día llegue me sentiré orgullosa de haber formado parte de ella, pero hasta entonces…
Además, es verdad que en todas las fotos «de Generación», como en la fundacional de la Generación del 27 al término del Homenaje a Góngora en Sevilla, no salen todos los que son, ni son todos los que están. Un mito es sólo un mito, no es más que una ficción a la que nos aferramos para encontrarle sentido a las cosas. Por eso mismo: ¿ampliamos el encuadre el año que viene para que salga más gente en la foto? ¿Hacemos que la Generación MariCorners sea algo de lo que, algún día, alguien se pueda sentir orgullosa?